“Nunca pudieron pensar los franceses cuando invadieron España a principios del siglo XIX las dificultades que iban a encontrar con las guerrillas, palabra y técnica que hasta entonces era desconocida pese a que se acuñase en nuestro país desde los tiempos de los íberos. En Andalucía el hostigamiento de estos grupos fue tal que uno de los generales de Napoleón llegó a lamentarse de estar luchando contra fantasmas, añadiendo que el ejército galo no estaba preparado para ello.
Como en toda España, también los malagueños se organizaron en guerrillas, destacando varias de ellas, como la del cura de Río Gordo o las que se controlaba en la Serranía José Serrano Valdenebro, alto grado de la Real Armada Española y firmante de la Constitución de Cádiz (1.812), que tenía su cuartel general en Gaucín. Otra de las partidas que fustigaban a las tropas francesas estaba formada por los vecinos de Algarrobo dirigidos por uno de ellos llamado Segovia, que en determinada ocasión preparó en la cuesta de Cómpeta una emboscada en la que cayó aniquilada una patrulla francesa.
Al llegar la noticia de la matanza a Vélez-Málaga el comandante francés de la plaza, preso de cólera, ordenó que Algarrobo fuese pasado a fuego inmediatamente. Al llegar a la villa algarrobeña los encargados de cumplir el mandato se encontraron a los vecinos, que ya tenían la noticia de la catástrofe que les sobrevenía y les impedían el paso pidiendo una tregua, aduciendo que no era el pueblo el que había preparado la emboscada, sino un pequeño grupo. Pidieron cuarenta y ocho horas para recabar un indulto del gobernador de Málaga. Después de mucho pleitear, el oficial accedió reduciendo el tiempo a veinticuatro horas.
Entre la espada y la pared y con este escaso margen de tiempo, los algarrobeños eligieron al mejor de sus jinetes, que emprendió veloz carrera hacia Málaga portando la petición de gracia. La leyenda cuenta que logró llegar a la capital, entrevistarse con el gobernador francés, después conseguir el indulto para su pueblo y regresar en el último minuto, después de haber reventado dos caballos, salvando así a Algarrobo de haber sido pasto de las llamas.”
RECOPILACIÓN DE MATEO GALLEGO Y FRANCISCO LANCHA.
Diario Sur (Tradiciones, Leyendas, Costumbres...) 26/06/95
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